La empresa tiene más de 30 años de trayectoria en Coronda y, gracias al sistema de producción continua que implementó en 2007, aumentó paulatinamente su productividad para producir actualmente hasta 25.000 latas de frutillas en conserva en días de temporada completa.
Con sus marcas de productos Bahía y Fresita, la firma ha logrado ser referente a nivel nacional y abastece a los mercados de los países miembros del Mercosur. Aún mantienen la fachada histórica de la planta, emplazada en lo que hoy es el área urbana de la ciudad, constituyendo así parte del patrimonio cultural de todos los corondinos.
El Ingeniero Juan Palermo, Gerente de Planta, comentó que la decisión de modificar el sistema de producción de pailas e implementar un sistema continuo en 2007, fue motorizada por la intención de tecnificar ese método tradicional para poder evolucionar y generar desarrollo en la región. “Lo más importante de destacar era que se podía generar trabajo genuino en la zona para una gran cantidad de familias, que hoy integramos la empresa”, remarcó. Gracias a las inversiones y la innovación incorporada al proceso productivo, la empresa consiguió la Certificación de Seguridad Alimentaria HACCP, que les permite trabajar bajo estándares de calidad mucho más rigurosos y que favorece la expansión de la marca hacia nuevos horizontes de mercado, afianzando el camino del desarrollo sostenido que caracteriza a la firma.
El paso a paso de una conserva Bahía
Macarena Rodríguez, Líder en Calidad, brindó detalles de las diferentes etapas de la producción de las latas. El primer proceso es el lavado y desinfectado de la fruta, una instancia muy importante para controlar la carga microbiológica con que ingresa la materia prima a la planta.
Luego, de manera manual, los operarios realizan la selección de las frutillas, descartando aquellas que tienen deformaciones en sus tamaños o que llegan con partes del cabo. Es un proceso minucioso y necesario para refinar al máximo posible el contenido de las latas y aumentar así la calidad del producto final.
Por último, los envases se rellenan con la fruta y se completan con un almíbar especial, que está formulado para que pueda conservarse durante dos años y medio, según explicó Rodríguez. El paso final es el sellado de la lata y los controles de inocuidad reglamentarios para cumplir con los todos los estándares microbiológicos.